lunes, 10 de febrero de 2014

“Tenemos una gran deuda con Julia”

El próximo 17 de febrero se celebra el Centenario del natalicio de Julia de Burgos, una de las voces poéticas más grandes que ha dado nuestro País


Por Ana Teresa Toro / ana.toro@elnuevodia.com

Qué injusto es el diccionario cuando define poeta como persona que compone obras poéticas. Qué definición tan hueca, que semántica tan insuficiente. Qué decir, que nada dice.
Porque un poeta o una poeta (esa palabra poetisa nunca acaba de sonar del todo) hace mucho más que armar versos, gesta mucho más que palabras sonoras y precisas. Una poeta se da completa, se entrega toda en la búsqueda de las palabras, en el delirio de nombrar lo innombrable para que tengamos la serenidad de confirmar que existe. Una poeta es la voz de nuestras entrañas, de todos nuestros gritos, de todos nuestros silencios.

Entonces, ¿cómo se honra a una poeta?

Preguntárselo resulta necesario al abordar una figura del tamaño de nuestra Julia de Burgos, la voz poética femenina más importante del País como la han catalogado incontables críticos y expertos pero sobre todo como se percibe en la calle donde, el que más o el que menos, sabe algún fragmento de poemas como A Julia de Burgos, Yo misma fui mi ruta, Ay ay ay de la grifa negra o Río Grande de Loíza, por mencionar algunos de sus más famosos poemas que tienen un lugar asegurado no sólo en nuestra historia literaria sino en nuestra tradición oral, siempre viva, siempre mutante.

El próximo 17 de febrero, Puerto Rico celebra el Centenario del natalicio de una mujer que en sus 39 años de vida nos dejó tanta poesía, tantas palabras para nombrar nuestro mundo conocido tan íntimo como universal. Se ha creado la Comisión Nacional del Centenario de Julia de Burgos que ha gestado multiplicidad de eventos, de la mano de esfuerzos espontáneos organizados por otras instituciones. Desde principios de mes ha sido notable la cantidad de eventos conmemorativos que tanto dentro como fuera del País se han organizado para exaltar su legado y rendir tributo a su memoria.

Tan reciente como la semana pasada la República Dominicana dedicó una importante jornada a su obra y fue develado en Santo Domingo un busto en su honor. Lecturas de sus poemas, conferencias, presentaciones del documental Julia, toda en mi de Ivonne Belén, conciertos de su obra musicalizada, proclamas, exhibiciones en la Isla y en Nueva York, recorridos dramatizados, develación de un mural, cancelación de sello postal, publicación de libros, lanzamientos de discos y todo tipo de honores han sucedido y continuarán sucediendo a lo largo de todo este mes y el año completo en el que se celebrarán estos cien años por cumplirse desde que Julia de Burgos estuvo entre nosotros.

Asignatura pendiente

Aún así, ante tanta vida entregada, cualquier homenaje parece pequeño. Sobre todo si se trata de una poeta principal cuya obra ha sido ensombrecida en muchas ocasiones por la fascinación y el dramatismo que deriva de su biografía. ¿Por qué Julia de Burgos, siendo la poeta que fue, no aparece de inmediato en las listas de grandes poetas latinoamericanas del siglo XX? ¿Por qué siendo tan grande como Gabriela Mistral, Alfonsina Storni, Juana de Ibarbourou, Delmira Agustini y otras de su tiempo, no es tan conocida internacionalmente?

La respuesta a esas preguntas es una de las grandes asignaturas pendientes con la poeta de cara a este centenario.

“Es una poeta tan grande pero lamentablemente se le ha hecho más caso a su biografía que a su obra, se le ha mitificado como una mujer alcoholizada a la que hay que cogerle pena, porque tuvo una vida poco convencional y por qué no dicen eso de los poetas varones. Si ella, por ejemplo, habla en su poesía del desamor es porque la poesía nace de una carencia, del deseo de algo que no se tiene. A que no le cogemos pena al pobre hombre abandonado, eso es injusto”, argumenta la académica Mercedes López Baralt, voz indispensable en la crítica literaria hispanoamericana.

“Tenemos una gran deuda con Julia”, sentencia la estudiosa quien como parte de las actividades conmemorativas presentará la ponencia Diosa del agua: Un mito creador de mitos.
López Baralt resaltó además su voz poética feminista, patriótica, libertaria, contundente al abordar la raza y llena de visiones del amor y de reverencia al paisaje, entre otros temas universales. El Puerto Rico que retrató “era todavía muy provinciano, todavía muy racista, que no quiere decir que hayamos dejado de serlo. Sabemos por su poesía que ella sufrió muchos prejuicios... Es una poetaza, es de quitarse el sombrero”, afirma la académica para quien la mejor manera de celebrarla sería “hacer una edición estupenda con toda su obra anotada y leerla y ponerle muchísima más atención a su poesía que a su biografía. Ella fue desgraciada en amores pero, ¿a quién no le pasa eso? Que a Julia no le cojamos pena sino que sencillamente le rindamos el homenaje de la admiración”.

Su historia resuena -comenta López Baralt- con una frase que dedicase Eduardo Galeano al poeta y cantautor uruguayo Alfredo Zitarrosa, un auténtico genio atormentado. “Dijo Galeano hablando sobre él que era su amigo: ‘Nos ha dado un regalo porque ha convertido su dolor en luces alumbradoras para los demás’. Eso le va perfectamente a Julia”, reflexiona.

La vida con Julia
María Consuelo Sáez Burgos, sobrina de la poeta y comprometida activista en favor de la difusión de su legado, cuenta que en su casa, de niña, siempre se habló de Julia en presente. Nunca se fue del todo. Nunca se ha ido. “Mami sostenía conversaciones con Julia, era parte de la familia y así la conservó siempre”, cuenta Sáez Burgos quien celebra que próximamente se publicarán las cartas que Julia enviaba desde Nueva York a su hermana.

“Es Julia hablándose, vas a conocer a la Julia periodista, su prosa. Esas cartas están llenas de descripciones extraordinarias de lugares, describiendo Cuba, el Bronx. La Julia cotidiana que hacía esfuerzos por sobrevivir en medio de la pobreza, la Julia perseguida, la que abogaba por sus derechos desde la perspectiva de la dignidad y el amor”, comenta la sobrina para quien una de las grandezas de la poeta fue precisamente el haber estado siempre “adelantada a su época. Si hubiese vivido hoy quizás habría tenido más libertad pero a lo mejor también hubiese sufrido porque estaba adelantada siempre. El feminismo de Julia no venía de libros, sino de su realidad que evolucionó a su poesía”.
Sáez Burgos, quien aún llora al evocarla y a quien su obra continúa hablándole cada día, no pide grandes pompas aunque sabe que las merece. Espera, apenas, el homenaje más vivo.

“¿Qué le debemos como País? Respetarla. Saberla. Difundirla”, dice consciente de que el homenaje colectivo comienza en la intimidad de la lectura, en el encuentro vivo entre poeta y lector, en esa cosa viva que es la poesía.

Recuperado hoy, 10 de febrero de 2014.  http://www.elnuevodia.com/tenemosunagrandeudaconjulia-1707548.html